A final de novembre tenim de nou una cita amb el dia mundial de la
“violència de gènere”. És una etiqueta prou freda per designar un tema
tan punyent: homes que maltracten les (seves) dones. Maltractament físic
i psicològic, i moltes morts. Les estadístiques ens demostren que en
països amb altes cotes de població universitària, com el cas dels
nòrdics, el fenomen persisteix. És difícil penetrar en el complex
terreny de les relacions afectives. Com es pot arribar a anul·lar tant,
una persona? Això sempre em fa pensar en un model concret: Àrtemis.
Per
què Àrtemis? Perquè és implacable amb els que gosen vulnerar el seu
univers femení. En un passatge del mite sorprèn un caçador, Acteó,
espiant-la mentre es banya nua en un gorg amb les nimfes. Quan se
n'adona, actua ràpidament esquitxant-lo amb aigua. Gràcies als seus
poders divins, el líquid transformarà l'home en un cérvol que acabarà
devorat pels seus gossos rastrejadors. En el quadre del polonès Henryk
Siemiradzki la veiem amb el gest instintiu de mullar l'intrús. Al fons
s'hi observa la figura masculina amb unes banyes ramificades que li van
creixent al cap. En la línia de Sartre, un voyeur és un violador
disfressat. Davant d'algú que profana la intimitat sense permís, ja pots
intuir que anirà a més i la resposta ha de ser ràpida i clara. No és
no. Sense excuses ni matisos.
Potser és més popular la imatge
romanitzada d'aquesta deessa, la Diana caçadora. Al Museu del Louvre hi
ha l'escultura coneguda com Diana de Versalles que instaura en
bona mesura el prototipus que s'ha utilitzat durant molts segles: jove
gràcil amb les sagetes que li concedeix el seu pare Zeus de petita, i
una túnica curta que li permet córrer lliure pel món natural. Sovint la
trobareu amb una mitja lluna enmig del front, símbol que la identifica
com la germana bessona d'Apol·lo, el sol.
Però per al tema d'avui
ens interessa més l'Àrtemis arcaica amb tota la seva potència. El seu
temple més important era a la ciutat d'Efes, a l'Àsia Menor, i es
considerava una de les set meravelles del món (antic). Una de les
versions conservades de l'Àrtemis d'Efes tenia el rostre fosc, el to de
la terra negra fecunda. També se li atribueix un antecedent en la
figureta minoica de l'illa de Creta, la potnia theron o “senyora
de les feres”, perquè ella domina l'entorn feréstec i els seus animals.
Àrtemis conviu amb naturalitat entre cérvols, llops, óssos o lleons. I
el món salvatge es regeix per altres lleis. Qualsevol d'aquests
mamífers, davant el mínim indici d'amenaça, surt a protegir els seus amb
urpes i dents.
A la natura no hi ha judici moral sobre el bé i el
mal i si et despistes el depredador se't menja. Potser començaríem per
aquí, per mantenir a ratlla els depredadors (masculins o femenins) del
món modern. No s'hi ha de quedar bé ni complaure'ls, ni en l'àmbit
laboral ni personal i, menys encara en l'amorós, perquè al final les
parets de la pròpia llar encobreixen les grans pallisses.
A
Àrtemis se la podria acusar de cruel, però en determinats moments cal
invocar aquesta part interior instintiva (i salvatge). La deessa té prou
fortalesa per ajudar els vulnerables, començant per la seva mare, quan
un gegant la viola. La premsa informava fa un mes que un violador en
permís penitenciari va agredir una dona de Barcelona que va acabar a
urgències. Davant d'agressors, desconeguts o propers, tots, tots, hem de
tensar l'arc, i si cal, fer diana.
20 de novembre de 2016
Secció Des del laberint
Suplement Cultura
Diari el Punt Avui
Instintos despiertos
A finales de noviembre tenemos de nuevo una cita con el día mundial de la “violencia de género”. Es una etiqueta bastante fría para designar un tema tan descorazonador: hombres que maltratan a (sus) mujeres. Maltrato físico y psicológico, y muchas muertes. Las estadísticas nos demuestran que en países con altas cotas de población universitaria, como el caso de los nórdicos, el fenómeno persiste. Es difícil penetrar en el complejo territorio de las relaciones afectivas. ¿Cómo se puede llegar a anular tanto a una persona? Esto siempre me hace pensar en un modelo concreto: Ártemis.
Por qué Ártemis? Porque es implacable con los que osan vulnerar su universo femenino. En un pasaje del mito sorprende a un cazador, Acteón, espiándola mientras se baña desnuda en un lago con las ninfas. Cuando se da cuenta, actúa rápidamente salpicándolo con agua. Gracias a sus poderes divinos, el líquido transformará al hombre en un ciervo que acabará devorado por sus perros rastreadores. En el cuadro del polaco Henryk Siemiradzki la vemos con el gesto instintivo de mojar el intruso. En el fondo se observa la figura masculina con unos cuernos ramificados que le van creciendo por la cabeza. En la línea de Sartre, un voyeur es un violador disfrazado. Ante alguien que profana la intimidad sin permiso, ya puedes intuir que irá además y la respuesta tiene que ser rápida y clara. No es no. Sin excusas ni matices.
Quizá es más popular la imagen romanizada de esta diosa, la Diana cazadora. En el Museo del Louvre hay la escultura conocida como "Diana de Versalles" que instaura en buena medida el prototipo que se ha utilizado durante muchos siglos: joven grácil con las flechas que le concede su padre Zeus de pequeña, y una túnica corta que le permite correr libre por el mundo natural. A menudo la encontraréis con una media luna la frente, símbolo que la identifica como la hermana gemela de Apolo, el sol.
Pero para el tema de hoy nos interesa más la Ártemis arcaica con toda su potencia. Su templo más importante estaba en la ciudad de Éfeso, en Asia Menor, y se consideraba una de las siete maravillas del mundo (antiguo). Una de las versiones conservadas de la Ártemis de Éfeso tenía el rostro oscuro, el tono de la tierra negra fecunda. También se le atribuye un antecedente en la figurilla minoica de la isla de Creta, la potnia theron o “señora de las fieras”, porque ella domina el entorno indómito y sus animales. Ártemis convive con naturalidad entre ciervos, lobos, osos o leones. Y el mundo salvaje se rige por otras leyes. Cualquiera de estos mamíferos, ante el mínimo indicio de amenaza, sale a proteger sus con garras y dientes.
Por qué Ártemis? Porque es implacable con los que osan vulnerar su universo femenino. En un pasaje del mito sorprende a un cazador, Acteón, espiándola mientras se baña desnuda en un lago con las ninfas. Cuando se da cuenta, actúa rápidamente salpicándolo con agua. Gracias a sus poderes divinos, el líquido transformará al hombre en un ciervo que acabará devorado por sus perros rastreadores. En el cuadro del polaco Henryk Siemiradzki la vemos con el gesto instintivo de mojar el intruso. En el fondo se observa la figura masculina con unos cuernos ramificados que le van creciendo por la cabeza. En la línea de Sartre, un voyeur es un violador disfrazado. Ante alguien que profana la intimidad sin permiso, ya puedes intuir que irá además y la respuesta tiene que ser rápida y clara. No es no. Sin excusas ni matices.
Quizá es más popular la imagen romanizada de esta diosa, la Diana cazadora. En el Museo del Louvre hay la escultura conocida como "Diana de Versalles" que instaura en buena medida el prototipo que se ha utilizado durante muchos siglos: joven grácil con las flechas que le concede su padre Zeus de pequeña, y una túnica corta que le permite correr libre por el mundo natural. A menudo la encontraréis con una media luna la frente, símbolo que la identifica como la hermana gemela de Apolo, el sol.
Pero para el tema de hoy nos interesa más la Ártemis arcaica con toda su potencia. Su templo más importante estaba en la ciudad de Éfeso, en Asia Menor, y se consideraba una de las siete maravillas del mundo (antiguo). Una de las versiones conservadas de la Ártemis de Éfeso tenía el rostro oscuro, el tono de la tierra negra fecunda. También se le atribuye un antecedente en la figurilla minoica de la isla de Creta, la potnia theron o “señora de las fieras”, porque ella domina el entorno indómito y sus animales. Ártemis convive con naturalidad entre ciervos, lobos, osos o leones. Y el mundo salvaje se rige por otras leyes. Cualquiera de estos mamíferos, ante el mínimo indicio de amenaza, sale a proteger sus con garras y dientes.
En la naturaleza no hay juicio moral sobre el bien y el mal, y si te despistas, el depredador te come. Quizá empezaríamos por aquí, para mantener a raya los depredadores (masculinos o femeninos) del mundo moderno. No se tiene que quedar bien con ellos ni complacerlos, ni en el ámbito laboral ni personal y, menos todavía en el amoroso, porque al final las paredes del propio hogar encubren las grandes palizas.
A Ártemis se la podría acusar de cruel, pero en determinados momentos hay que invocar esta parte interior instintiva (y salvaje). La diosa tiene suficiente fortaleza para ayudar a los vulnerables, empezando por su madre, cuando un gigante la viola. La prensa informaba hace un mes que un violador en permiso penitenciario agredió una mujer de Barcelona que acabó en urgencias. Ante agresores, desconocidos o cercanos, todos, todos, tenemos que tensar el arco, y si hace falta, hacer diana.
A Ártemis se la podría acusar de cruel, pero en determinados momentos hay que invocar esta parte interior instintiva (y salvaje). La diosa tiene suficiente fortaleza para ayudar a los vulnerables, empezando por su madre, cuando un gigante la viola. La prensa informaba hace un mes que un violador en permiso penitenciario agredió una mujer de Barcelona que acabó en urgencias. Ante agresores, desconocidos o cercanos, todos, todos, tenemos que tensar el arco, y si hace falta, hacer diana.
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