Els centaures són uns d’aquests animals mítics que estimulen
la nostra imaginació, com el minotaure, els sàtirs, les quimeres, les sirenes o
l’esfinx. A tots ens agradaria viatjar en una cavall alat en un vespre
silenciós, com cantaven els “Ja t’ho diré”, perquè ens suscita un gran
desplegament de les nostres ales que és el que sentim quan volen les emocions. Els
centaures, concretament, són una barreja d’home i animal, la part racional i la
salvatge, la domada i l'indomable, la calma i la tempesta que tots portem dins.
Trobarem centaures als frisos del Partenó (en la batalla contra els Làpites) i
també en el signe de sagitari, el tercer de foc, el d'hivern, que comença ara a
finals de novembre i que simbolitza el foc-brasa. Però en la mitologia clàssica
hi ha dos centaures especialment coneguts: Quiró, un personatge savi, mestre
d’Aquil·les i d’Esculapi, gran sanador, i el centaure Nesos, que és el que
apareix en aquest quadre amb Deianira als seus braços. És del pintor espanyol
José Garnelo Alda (1828-1891) que té un museu a la ciutat cordovesa de Montilla
però va exercir de professor de Belles Arts en diferents ciutats, entre elles
Barcelona (cap a 1895).
Deianira és una de les parelles que va acompanyar el gran
heroi Hèracles (Hèrcules per als romans) que va ser obligat per l’oracle de
Delfos a complir amb tot un llarg periple de proves, conegudes com als dotze
treballs, com els dotze mesos de l’any. Però al voltant d’aquesta parella hi ha
una escena que ha quedat fixada en moltes obres d’art i que acostuma a tenir lloc
al costat d’un riu, el riu Eveno. Igual que la llacuna Estigia
només es podia creuar amb la barca de Queront, aquest riu només el podies
travessar a lloms del centaure Nesos. Hi ha moments a la vida que passa el
mateix, només pots travessar determinades situacions amb determinades condicions,
sense opcions. Un cop la dama és al seu
llom, Nesos aprofita el moment de debilitat per assetjar-la, com no. Els
centaures amb la libido sempre tan esverada. Quan Hèracles s'adona que la vol
violar, alertat pels crits, dispara una fletxa des de l’altra riba. A la sageta
hi ha verí de l'hidra, el tret serà infalible. El tors enrere del centaure acabat
de ferir és un gest molt repetit. A la plaça de la Signoria de Florència, sota
la llotja, trobareu – en la meva opinió- la més potent torsió d’aquesta
criatura esculpida per Giambologna (1599).
Però la història no s’acaba aquí. Abans de morir, Nesos té
temps d’enredar a Deianira. Li diu que la seva sang impregnada a la capa
l'ajudarà a mantenir l'amor del seu home. I ella –santa innocència- s’ho creu i
la salvaguarda. Anys
després, quan vol recuperar l'amor d'Hèracles, li lliura la capa per a una
cerimònia, i la sang de la bèstia –enverinada- crema el marit viu. Ella,
penedida, es treu la vida. Ho
copsa amb molta delicadesa Evelyn de Morgan (del 1878), una pintora britànica,
que la retrata tota sola en el moment en què s'adona de la magnitud del seu
error, amb les mans el cap i la cara de desolació.
El 25 de novembre va ser declarat dia internacional contra
la violència de gènere. Sentirem (amb el cor encongit) llistes de noms de dones
mortes pels seus companys. La història de Nessos em fa pensar en les dones
maltractades, quan després d'un atac, els agressors diuen que no ho tornaran a
fer, i elles s'ho creuen, com Deianira, que es va creure que la capa del
centaure salvaria el seu amor, com si l’amor es comprés amb sortilegis, com si
no sabéssim que les promeses d’algú tan violent són falses.
Publicat 29 de novembre de 2015
Secció Des del Laberint
Suplement Cultura
El Punt Avui
La
libido de los Centauros
Los centauros son unos de estos animales
míticos que estimulan nuestra imaginación, como el minotauro, los sátiros, las
quimeras, las sirenas o la
esfinge. A todos nos gustaría viajar en un caballo alado en
un atardecer silencioso, como cantaban los “Ja t’ho diré”, porque nos suscita
un gran despliegue de nuestras alas, que es el que sentimos cuando vuelan las
emociones. Los centauros, concretamente, son una mezcla de hombre y animal, la
parte racional y la salvaje, la domada y la indomable, la calma y la tormenta
que todos llevamos dentro. Encontraremos centauros en los frisos del Partenón (en
la batalla contra los Lapitas) y también en el signo de sagitario, el tercero
de fuego, el de invierno, que empieza ahora a finales de noviembre y que
simboliza el fuego-brasa. Pero en la mitología clásica hay dos centauros
especialmente conocidos: Quirón, un personaje sabio, maestro de Aquiles y de
Esculapio, gran sanador, y el centauro Neso, que es el que aparece en este
cuadro con Deyanira a sus brazos. Es del pintor español José Garnelo Alda
(1828-1891), que tiene actualmente un museo dedicado a él en la ciudad
cordobesa de Montilla, pero ejerció de profesor de Bellas artes en diferentes
ciudades, entre ellas Barcelona (hacia 1895).
Deyanira es una de las parejas que acompañó el gran héroe Heracles (Hércules para los romanos) que fue obligado por el oráculo de Delfos a cumplir con todo un largo periplo de pruebas, conocidas como a los doce trabajos, como los doce meses del año. Pero alrededor de esta pareja hay una escena que ha quedado fijada en muchas obras de arte y que acostumbra a tener lugar junto a un río, el río Eveno. Igual que la laguna Estigia sólo se podía cruzar con la barca de Caronte, este río sólo lo podías atravesar a lomos del centauro Neso. Hay momentos a la vida que pasa el mismo, sólo puedes atravesar determinadas situaciones con determinadas condiciones, sin opciones. Una vez la dama está encima de su lomo, Neso aprovecha el momento de debilidad para asediarla, como no. Los centauros con la libido siempre tan descontrolada. Cuando Heracles se da cuenta que la quiere violar, alertado por los gritos, dispara una flecha desde la otra orilla. En la punta hay veneno de la Hydra, con lo que el disparo será infalible. El torso convulsionado del centauro acabado de herir es un gesto muy repetido. En la plaza de la Signoria de Florencia, bajo el palco, encontraréis – en mi opinión- la más potente torsión de esta criatura esculpida por Giambologna (1599).
Pero la historia no se acaba aquí. Antes de morir, Neso tiene todavía tiempo de embaucar a Deyanira. Le explica que su sangre impregnada en la capa la ayudará a mantener el amor de su esposo. Y ella –santa inocencia- se lo cree y la salvaguarda. Años después, cuando quiere recuperar el amor de Heracles, le entrega esa capa para una ceremonia, y la sangre de la bestia –envenenada- quema el marido vivo. Ella, arrepentida, se saca la vida. Lo ilustra con mucha delicadeza Evelyn de Morgan (1878), una pintora británica, que la retrata a solas en el momento en que se da cuenta de la magnitud de su error, con las manos en la cabeza y rostro de pura desolación.
El 25 de noviembre fue declarado día internacional contra la violencia de género. Sentiremos (con el corazón encogido) listas de nombres de mujeres muertas por sus compañeros. La historia de Neso me hace pensar en las mujeres maltratadas, cuando después de un ataque, los agresores dicen que no lo volverán a hacer, y ellas se lo creen, como Deyanira, que guardó la capa del centauro pensando que salvaría su amor, como si el amor se comprara con sortilegios, como si no supiéramos que las promesas de alguien tan violento sólo pueden ser falsas.
Deyanira es una de las parejas que acompañó el gran héroe Heracles (Hércules para los romanos) que fue obligado por el oráculo de Delfos a cumplir con todo un largo periplo de pruebas, conocidas como a los doce trabajos, como los doce meses del año. Pero alrededor de esta pareja hay una escena que ha quedado fijada en muchas obras de arte y que acostumbra a tener lugar junto a un río, el río Eveno. Igual que la laguna Estigia sólo se podía cruzar con la barca de Caronte, este río sólo lo podías atravesar a lomos del centauro Neso. Hay momentos a la vida que pasa el mismo, sólo puedes atravesar determinadas situaciones con determinadas condiciones, sin opciones. Una vez la dama está encima de su lomo, Neso aprovecha el momento de debilidad para asediarla, como no. Los centauros con la libido siempre tan descontrolada. Cuando Heracles se da cuenta que la quiere violar, alertado por los gritos, dispara una flecha desde la otra orilla. En la punta hay veneno de la Hydra, con lo que el disparo será infalible. El torso convulsionado del centauro acabado de herir es un gesto muy repetido. En la plaza de la Signoria de Florencia, bajo el palco, encontraréis – en mi opinión- la más potente torsión de esta criatura esculpida por Giambologna (1599).
Pero la historia no se acaba aquí. Antes de morir, Neso tiene todavía tiempo de embaucar a Deyanira. Le explica que su sangre impregnada en la capa la ayudará a mantener el amor de su esposo. Y ella –santa inocencia- se lo cree y la salvaguarda. Años después, cuando quiere recuperar el amor de Heracles, le entrega esa capa para una ceremonia, y la sangre de la bestia –envenenada- quema el marido vivo. Ella, arrepentida, se saca la vida. Lo ilustra con mucha delicadeza Evelyn de Morgan (1878), una pintora británica, que la retrata a solas en el momento en que se da cuenta de la magnitud de su error, con las manos en la cabeza y rostro de pura desolación.
El 25 de noviembre fue declarado día internacional contra la violencia de género. Sentiremos (con el corazón encogido) listas de nombres de mujeres muertas por sus compañeros. La historia de Neso me hace pensar en las mujeres maltratadas, cuando después de un ataque, los agresores dicen que no lo volverán a hacer, y ellas se lo creen, como Deyanira, que guardó la capa del centauro pensando que salvaría su amor, como si el amor se comprara con sortilegios, como si no supiéramos que las promesas de alguien tan violento sólo pueden ser falsas.
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