3.18.2011

El director del MoMa

Enganxo dues entrevistes recents fetes al Sr. Glenn D. Lowry, el director del MoMA dels darrers 15 anys. Algunes respostes que he subratllat amb negreta són interessants. Gestionar un centre amb art no és gestionar una empresa, l'art i els artistes és material molt més complex. Guiar-se només per les visites no és un indicador fiable. I les exposicions s'han de combinar, gran i petites, especialitzades i no. Estic d'acord. I una darrera questió, sempre font de controvèrsia, els americans venen obra dels seus museus privats quan és necessari. Compren i venen. A Europa no és legal vendre i hi ha pocs diners per comprar. A la llarga, torna a ser insostenible per a les arques públiques, ens ho hauríem de pensar tot plegat. Els metres quadrats i el pressupost de manteniment en infraestructures que calen per allotjar col·leccions, s'han de prioritzar. No pot ser més elevat el cost de manteniment que el valor de la pròpia col·lecció. Els criteris s'han d'esmolar, tant si es tracta de diner públic com de privat, com si és un maridatge en qualsevol fórmula. Tot no s'hi val, i la força del tot fa caure justos per pecadors. Les peces de gamma alta han de tenir el tracte que es mereixen, les de gama mitja i baixa, han de viatjar per un altre carril. Els recursos no arriben. I els criteris per les fronteres entre gammes s'han de consensuar per qui en sàpiga, no pels polítics, ni pels ciutadans. Pels experts. S'ha de ponderar i s'ha de fer amb coneixement de causa. Diu que el MoMa té 150.000 obres i n'exposa 2000. Això significa 148.000 en reserva. No és lícit vendre'n alguna i tenir 147.000 obres i uns quants millions per invertir, funcionar, estudiar o crear?


ENTREVISTA: GLENN D. LOWRY Director del MoMA
"Las visitas virtuales son un truco sin interés"
ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS - Madrid - 15/03/2011
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Glenn D. Lowry (Nueva York, 1954) dirige desde 1995 una de las instituciones culturales más importantes del mundo: el MoMA, el Museo de Arte Moderno de su ciudad. Bajo su mandato la institución ha vivido su transformación más intensa. Una evidente mano como gestor (logró recaudar para la ampliación del centro 643 millones de euros) a la que quita importancia frente a otros logros menos tangibles. "
Un museo no es una empresa y por eso tiene que estar dirigido por gente que entiende y sabe de arte y, mucho más complejo aún, de artistas. El lado de negocio es el más sencillo, lo difícil es saber qué hacer con todo eso". Lowry impartió ayer una conferencia en Madrid en un ciclo sobre coleccionismo impulsado por la Fundación Arte y Mecenazgo y La Caixa.

MOMA
(Museo de Arte Moderno de Nueva York)
A FONDO
Sede: Nueva York (Estados Unidos)
"Aún somos un experimento cuya meta es seguir el arte contemporáneo"

Pregunta. El MoMA nació en 1929. Una fecha altamente simbólica. ¿Hasta qué punto las crisis han beneficiado al museo?

Respuesta. Fue una coincidencia que nos fundaran una semana después de la crisis de 1929. Pero, dicho esto, también creo que una crisis provoca, en un país como EE UU, donde no existe un apoyo gubernamental ni una red de seguridad para ninguna institución cultural, un compromiso absoluto y real de esa comunidad de gente que cree en ese proyecto que está defendiendo con su dinero.

P. ¿Eso ocurrió en 2007?

R. Exactamente. Lo que vimos en el MoMA fue un apoyo filantrópico sin fisuras. Y lo que aprendimos entonces es que teníamos que ser más cuidadosos, efectivos y precisos que nunca con nuestro trabajo. Sencillamente porque no podíamos malgastar ni el dinero ni las oportunidades.

P. ¿Hasta qué punto la dependencia del dinero privado obliga a programar exposiciones superventas?

R. La presión para hacer ese tipo de muestras es nula. Es más,
creo que cualquier institución que solo piense en los éxitos de público tiene un grave problema. La meta es crear un programa que sea una mezcla de exposiciones grandes y populares y otras mucho más pequeñas y especializadas. Ese tipo de equilibrio es el perseguido hoy por cualquier museo de éxito, en EE UU o en Europa.

P. ¿Sigue teniendo en estos tiempos sentido comprar y almacenar tanta obra?

R. Ese es el dilema de cualquier museo importante. No tenemos una solución, aunque nosotros quizá tenemos una pequeña diferencia y es que desde nuestra fundación podemos vender, de manera muy controlada, obras. Es controvertido, lo sé, pero lo hacemos muy pocas veces y con mucho control.

P. ¿Con cuántos fondos cuenta hoy el MoMA?

R.
Con 150.000 obras, de las que solo están expuestas 2.000.

P. Antes, su perfil de visitante era el de mujer de 55 años. Usted se ha empeñado en bajar esa edad y en equilibrar los sexos.

R. Bueno, el 52% de los visitantes siguen siendo mujeres. La edad media es ahora de 40 años. Crear un público joven es fundamental, es la manera de garantizar un público adulto que en el futuro estará interesado por nuestra institución.

P. ¿Qué exposiciones han marcado ese cambio de público?

R. La de Marina Abramovic o la instalación de Pipilotti Rist, por ejemplo. Aunque lo que hemos observado es que al público joven le gustan las exposiciones de clásicos, como la de Miró, pero abordadas de una manera contemporánea.

P. Prefiere hablar de laboratorio que de museo.

R. Cuando el museo se fundó nadie sabía si funcionaría o no, era un genuino experimento. Diez años después, Alfred Barr, su primer director, ya habló de ese laboratorio abierto al público dedicado a explorar, investigar y cuestionar las direcciones del arte contemporáneo. Y hoy, aunque poseemos una importante colección, aún somos un gran experimento cuyo objetivo es seguir el arte contemporáneo, esté donde esté.

P. ¿Qué opinión le merecen las visitas virtuales?

R. Son un truco sin mayor interés. Lo que sí me parece interesante es lo que se puede hacer en el espacio virtual que no se pueda hacer en el real. Todas las posibilidades de las redes sociales y también la posibilidad de crear, a lo Malraux, tu propio museo de galerías y objetos.

P. Tras una conferencia suya, alguien le comparó con el arquitecto de El manantial, la novela de Ayn Rand, por su afán "creativo destructivo"...

R. Cualquiera que tiene la suerte de trabajar en una institución cultural tiene una doble responsabilidad.
Una es liderar de manera responsable ese legado y otra es olvidarse completamente de él para mirar hacia delante. Obviar convertirse en algo histórico y elaborar las estrategias para escaparse de la historia. Yo calificaría ese impulso de agente desestabilizador. Quizá eso crea ansiedad, pero merece la pena estar despierto.

P. ¿Extrañan el Guernica?

R. Bueno, eso es historia.

Aunque,, ¿quién no lo querría de vuelta?

Glenn D. Lowry, director del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York
"Eché al guarda y les dejé que se casaran ante el Van Gogh"
Hacía poquito que era director del museo cuando recibí una llamada urgente de seguridad: un guarda muy alterado me avisaba de que había unos tipos con “una especie de sacerdote y un fotógrafo” que hacían fotos ante la Noche estrellada de Van Gogh...

Una obra prodigiosa.
Bajé corriendo, alarmado, y me encontré con una pareja vestida de boda, un sacerdote, en efecto, un fotógrafo y un guarda alterado que les advertía de que allí no se podían tomar fotos y que llamaría a la policía si no se iban inmediatamente...

De Van Gogh al surrealismo.
La pareja me explicó y después suplicó que les dejara casarse ante el Van Gogh, porque se habían conocido allí mismo, ante aquel cuadro hacía años y esa pintura se había convertido en el gran referente de su amor.

Pero infringían las normas del MoMA.
... Por eso, tras escucharlos no me lo pensé ni un segundo: eché al guarda y advertí a la pareja que tenían “diez minutos exactos” para casarse, hacer fotos y abandonar la sala discreta y silenciosamente.

¿Por qué les dejó seguir con la fiesta?
Porque percibí que no hacían el paripé: eran sinceros y conocían todos los detalles sobre Van Gogh y el cuadro. Y porque les vi auténticamente emocionados ante la obra. Como yo lo he estado en algunas ocasiones y como todos los que trabajamos en los museos nos emocionamos, porque, si no, no trabajaríamos en ellos: ¿usted no se ha emocionado nunca ante una obra de arte?

Un museo debería ser el lugar donde la información se transforma en emoción.
Y cuando eso te sucede ante una obra de arte no lo olvidas jamás, porque cambia el modo en que ves el mundo: cambia tu vida.

¿A usted le ha sucedido alguna vez?
No demasiadas, pero las recuerdo perfectamente. Primero, ves, luego, miras, y segundos después un escalofrío te recorre el espinazo y la emoción poco a poco se vuelve incontenible. Y después de aquel momento empiezas a conectar cosas que antes creías que no tenían nada que ver y a ver otras que nunca antes habías visto.

¿Ante qué obra lo ha sentido?
Recuerdo un laaaargo pasillo oscuro y el cuadro a lo lejos que se iba construyendo poco a poco en mi retina, hasta que, de repente, 'El desollamiento de Marsias' de Tiziano.

¿En qué cambió su vida?
Sentí ese cosquilleo en mi espina dorsal y me di cuenta de que todo lo que necesitas para hacer que una visita a un museo sea inolvidable es la obra de arte expuesta de la forma que se merece.

No parece muy difícil.
Es fácil de decir, pero créame que es muy complejo de conseguir.

Está Tiziano ante usted, pero también los gritos, los empujones, las colas...
Eso depende...

Yo no creo que dependa: eso molesta.
Mire, recuerdo una de las últimas y más valiosas donaciones que hemos recibido: la mejor colección de arte fluxus, la Gilbert and Lila Silverman Collection: 3.000 obras.

Impresionante.
Pues llevábamos tiempo cortejando a los Silverman para que nos la donaran, en apretada competición con otros museos, y vinieron a vernos, porque son de Detroit. Un directivo les dio un paseo por el MoMA y volvió deprimido: “Glenn, no hay nada que hacer: han sufrido codazos, empujones, colas, gritos... No querrán exponer aquí”.

¿Cómo convencieron a los Silverman?
No hizo falta convencerles. Llegaron a mi despacho fascinados por la cantidad de gente que estaba allí disfrutando del arte y se quejaron de que otros museos eran mausoleos vacíos, silenciosos y aburridos.

Por eso coleccionaban fluxus.
Así que, si para usted un museo es un lugar de recogimiento y contemplación, para otros debe ser como una plaza del pueblo alegre y bulliciosa, donde el arte se encuentra con la gente y con la vida.

¿Y no ha sentido en alguna ocasión que un museo es una caja inútil?
Sólo cuando voy a alguna inauguración llena de gente pretenciosa y aburrida que está allí para darse pisto y ni siquiera sabe qué inauguramos y se va sin mirarlo.

¿Y en qué andamos estos días?
¡Vuelven las performances!

Se las habíamos dejado a los políticos.
Pero los artistas más jóvenes ven en ellas una oportunidad para burlarse de los especuladores. Porque una performance no se puede comprar ni vender; sólo se puede vivir, así que con ellas los mercaderes se quedan sin su pedazo del pastel del arte.

Cuénteme una de esas performances.
Marina Abramovic se sienta simplemente en una silla y permite a todo aquel que quiera acompañarla sentarse con ella todo el tiempo que quiera: cinco minutos, u ocho, o diez horas...

¿No hay mucho timo performanceado?
Esa queja es muy elitista: supone que los no profesionales del arte no pueden gozarlo.

¡Yo también sé sentarme y ser artista!
Es lo que han entendido Marina y los artistas de performance, que hoy hay deseos no de contemplar, sino de actuar. En el S.XXI todo el mundo puede ser artista. Hemos pasado de querer ver arte a querer ser arte.

¡Pues adelante con los tambores!
Y además todos sus familiares y amigos pueden verle en directo en la web sentado en el MoMA con Marina.